4 que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros
consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que
nosotros somos consolados por Dios!
5 Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo,
igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación.
6 Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación vuestra; si
somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace soportar
con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos.
7 Es firme nuestra esperanza respecto de vosotros; pues sabemos que,
como sois solidarios con nosotros en los sufrimientos, así lo seréis también
en la consolación.
8 Pues no queremos que lo ignoréis, hermanos: la tribulación sufrida
en Asia nos abrumó hasta el extremo, por encima de nuestras fuerzas, hasta
tal punto que perdimos la esperanza de conservar la vida.
9 Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte,
para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios
que resucita a los muertos.
10 El nos libró de tan mortal peligro, y nos librará; en él esperamos
que nos seguirá librando,
11 si colaboráis también vosotros con la oración en favor nuestro, para
que la gracia obtenida por intervención de muchos sea por muchos
agradecida en nuestro nombre.
12 El motivo de nuestro orgullo es el testimonio de nuestra
conciencia, de que nos hemos conducido en el mundo, y sobre todo
respecto de vosotros, con la santidad y la sinceridad que vienen de Dios, y
no con la sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios.